CASTORIADIS EN EL CONTEXTO DE LA EUROPA DEL ESTE POSTSOCIALISTA

By Yavor Tarinski

Es cierto que, en estos momentos, en Europa del Este no se puede pensar en otra cosa que no sea una sociedad capitalista liberal. Casi todo lo demás ha desaparecido del horizonte. […] Ni siquiera se puede pronunciar una palabra que empiece por «S». Cualquier palabra. Este es el lado negativo de la misma.

~Cornelius Castoriadis

Este año se cumplen noventa y ocho años del nacimiento del filósofo Cornelius Castoriadis, así como veintitrés años de su muerte. Este tiempo representa un largo período en el que muchas cosas han cambiado, pero en cierto modo su pensamiento sigue siendo tan relevante y tan fresco como durante aquellos días y noches rebeldes de mayo de 1968, cuando la juventud parisina, influenciada en gran medida por Castoriadis y sus asociados, desafió las significaciones dominantes y en bancarrota de aquel período, proponiendo en su lugar una narrativa nueva y radical enraizada en una tradición democrática.

Pero si se han producido cambios drásticos en el mundo occidental, donde Castoriadis vivió y trabajó, ese cambio se ha desarrollado también, si no en mayor grado, en Europa del Este. Se puede decir mucho al respecto, pero me limitaré aquí a unas pocas notas.

La era postsoviética llegó con promesas de borrosas nociones de «libertad» que irritaban el imaginario social tras muchas décadas bajo el férreo control de los aparatos burocráticos centralizados. Pero los cambios que vinieron trajeron un capitalismo burocrático fragmentado que profundizó aún más la ya grave crisis de la cultura cívica.

Esto no fue una sorpresa para Castoriadis, que nunca se dejó engañar por el llamado mundo libre de Occidente, ni tampoco por las etiquetadas repúblicas populares de Oriente. Además, su análisis sobre los efectos que tendría la pacificación social en las relaciones de poder dentro de la sociedad ofrece una clara explicación a las grotescas formas de organización social de la Europa del Este contemporánea. Para Castoriadis, la retirada de la gente de la esfera pública y la desaparición del conflicto político y social permite a la oligarquía económica, política y mediática escapar a todo control público[3]. Estos procesos se desarrollan con extrema rapidez en los países del Este de Europa, donde la gente ha experimentado de primera mano tanto el socialismo de tipo soviético (capitalismo de Estado) como el capitalismo corporativo. Como resultado de estas condiciones sociales, los imaginarios de estas sociedades se sumergieron en un profundo cinismo, posiblemente peor que la alienación de la cultura consumista occidental. Así, se producen regímenes cuya irracionalidad se lleva al extremo y que están plagados de una corrupción estructural que no se ve.

En este entorno carente de significados, los proyectos ideológicos tradicionales parecen impotentes para proporcionar gérmenes para el surgimiento de nuevas significaciones que puedan dar de nuevo vida a estas sociedades que han descendido a un profundo letargo cínico. Por el contrario, a menudo son utilizados como herramientas por los círculos elitistas para abdicar de los asuntos públicos generales. Además, durante décadas los poderes establecidos en estos países han ejercido su férreo control del poder bajo la ideología marxista. Así, las poblaciones locales se han vuelto extremadamente recelosas, si no incluso hostiles, hacia nociones como el poder popular, el internacionalismo y la revolución.

Mientras tanto, los gobiernos postsocialistas, en sus esfuerzos por imponer su nueva ideología capitalista occidental, hicieron todo lo posible por borrar el pasado. Así, el nacionalismo tribal extremo surgió entre las poblaciones locales para llenar el vacío dejado por este sentimiento de desarraigo. Las actividades políticas alternativas permanecieron en su mayor parte atrapadas en las narrativas ideológicas de tiempos pasados, referidas a realidades de los siglos XIX y XX, que no se correspondían con las nuevas temporalidades. Así, las voces disidentes se canalizaron a través de sectas ideológicas que encajan en la descripción dada por Castoriadis como grupos que erigen como absoluto un único lado, aspecto o fase del movimiento del que procede, haciendo de este aspecto la verdad de la doctrina y la verdad como tal, subordinando todo lo demás a él y, para mantener su «fidelidad» a este aspecto, se separa radicalmente del mundo, viviendo en adelante en «su» propio mundo[4].

En algún lugar de este duro entorno conocí el pensamiento de Cornelius Castoriadis y el proyecto de autonomía. Su potencial para desafiar a las oligarquías actuales, con su nuevo ropaje liberal, con el paradigma no ideológico de la democracia directa, era impresionante. Más aún fue su ruptura radical con el economicismo que ha dejado efectos tan corrosivos en el imaginario de los pueblos de Europa del Este. Como señalaba Castoriadis, la doctrina de los regímenes socialistas tomaba mucho del imaginario del capitalismo que basa toda la vida social en la idea de que la «mejora» económica era lo único que contaba o que daría el resto por añadidura. Este imaginario siguió siendo vulgarmente impulsado por las oligarquías prooccidentales que tomaron el poder en la era postsoviética. Así, el economicismo se sedimentó en amplios sectores de las sociedades de Europa del Este sustituyendo a los ciudadanos por contribuyentes y embotando la creatividad con un consumismo cínico.

El proyecto de autonomía, preconizado por Castoriadis, representaba una ruptura radical con él, así como con el sectarismo ideológico tradicional que asolaba a los movimientos sociales de Europa del Este. También ofrecía el arraigo en una tradición histórica democrática que debía sustituir al superficial nacionalismo tribal. Castoriadis llamó a la gente a participar en los asuntos políticos y a recrear el espacio y el tiempo públicos que han sido severa y continuamente degradados por los comisarios de los partidos del pasado y los oligarcas empresariales del presente.

No es casualidad que el pensamiento de Castoriadis haya llegado tan tarde a estas sociedades -tanto la censura socialista como el mercado caníbal han dificultado el paso de tales ideas. En cambio, su pensamiento nos llegó «desde abajo», y aquí escribo especialmente para el contexto búlgaro en el que he pasado la mayor parte de mi vida: a través de canales activistas y del intercambio internacional de ideas con los movimientos sociales de los países vecinos. Sin embargo, durante los últimos años sus ideas han empezado a llegar a un número creciente de personas en Europa del Este, se están publicando libros suyos y se están llevando a cabo actividades políticas muy influidas por sus conceptos de autonomía y democracia. Está surgiendo una nueva generación de pensamiento y acción política en esta parte del mundo que sólo el tiempo mostrará qué proyectos alternativos aparecerán en el futuro y qué efecto tendrán en estas sociedades.

Source: Libertamen

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