Extractos de una entrevista realizada por Irina Nedeva para la Radio Nacional de Bulgaria y emitida el 03.02.2015.
¿Por qué es importante para usted Castoriadis casi 20 años después de su muerte?
En mi opinión, el análisis que ofrece Cornelius Castoriadis sigue siendo, 20 años después, tan relevante como antes. Esto es así porque consigue detectar con gran precisión los problemas que aún hoy nos rodean y a consecuencia de los cuales la gente no vive bien. Desde el principio de sus escritos revela los problemas inherentes a la burocracia, la lógica de la representación política, la cultura consumista y la idea capitalista del crecimiento económico ilimitado. Esta crítica suya se mantiene evidentemente a la altura de nuestro tiempo.
Otro aspecto importante de su pensamiento es la cuestión de la significación. Según muchos, la presencia de diversos mitos en las sociedades antiguas era un signo de ignorancia, mientras que para Castoriadis toda sociedad, para poder funcionar como tal, necesita un conjunto de significaciones. Según él, cada sociedad crea sus propias significaciones y las del consumo y la representación política no sirven como aglutinantes sociales. Tal vez incluso podamos decir que se encuentran entre las peores que ha conocido la humanidad y por ello nuestras sociedades están degradadas. Se puede sugerir que la mayoría de las ideologías clásicas que conocemos, como el capitalismo, el comunismo e incluso el anarquismo (al menos hasta cierto punto), participan del imaginario actual, en el sentido de que tienden a limitar las luchas sociales a las peleas por el derecho a consumir «más que antes». Castoriadis dice que esto no es suficiente; hay que crear nuevas significaciones.
Podemos poner el ejemplo del «Estado Islámico» que ha conseguido, después de siglos, devolver al primer plano del mundo occidental la idea del totalitarismo teológico. Vimos que incluso personas que pueden atribuirse a la clase media occidental, que llevan estilos de vida consumistas supuestamente satisfactorios, eligieron en cambio ir a un lugar extranjero donde hay peligro para su vida, donde tendrán que matar y vivir en la miseria. Y todo esto porque no pudieron encontrar el sentido de sus vidas relativamente acogedoras y fueron a buscar el sentido en Dios.
A este estado de insignificancia Castoriadis propone deconstruir las significaciones actuales y redescubrir las del proyecto de Autonomía. Se basa en la concepción del individuo como ciudadano activo en el sentido clásico del término, como aquel que se interesa e implica activamente en los asuntos públicos que afectan a su existencia.
Citaré aquí a Castoriadis, cuando a propósito de la Democracia ateniense «¿Qué hacían los atenienses? Efectivamente, algo muy interesante. Fueron los griegos quienes inventaron las elecciones. Es un hecho históricamente atestiguado. Quizás se equivocaron, pero ¡inventaron las elecciones! ¿A quién se elegía en Atenas? Los magistrados no eran elegidos. Los magistrados eran designados por sorteo o por rotación. Para Aristóteles, recuerda, un ciudadano es alguien capaz de gobernar y ser gobernado. Todo el mundo es capaz de gobernar, así que se echa a suertes. ¿Por qué? Porque la política no es cosa de especialistas. No hay ciencia de la política. Hay opinión, la doxa de los griegos; no hay epistimi»[1] La política no es para especialistas, pero hoy vemos exactamente lo contrario. ¿Se puede devolver la política a las manos del pueblo para que sea libre, pueda pensar y perseguir sus sueños sin que todo esto se vista de difíciles terminologías que requieren especialistas? ¿No se volverá más tonta la sociedad si los políticos no son expertos?
Es importante señalar que para Castoriadis la democracia directa no es un objetivo final. Según él, es una condición previa necesaria para que exista la autonomía, pero no es la única. Hoy en día el imaginario social está dominado por la heteronomía, según la cual hay fuentes extrasociales que navegan por nuestras vidas más allá de nuestro alcance, como los políticos, la necesidad histórica, los dioses o las tradiciones. Por ejemplo, se puede vivir en una sociedad autogestionada en la que, contradictoriamente, la gente cree que ciertas cosas no deben hacerse por exigencia de los dioses. Por lo tanto, si la gente quiere emprender el camino hacia la autonomía debe romper con el imaginario de la heteronomía.
Castoriadis intenta demostrar durante toda su vida que todo lo que ocurre en nuestras sociedades es un acto propio. Habla de la historia como creación, no en un sentido místico, religioso, sino en el plano imaginario. Es una cuestión de elección. No es casualidad que ponga como ejemplos de sociedades autónomas, o al menos que se acercan lo suficiente a la experiencia de la autonomía, la polis ateniense y las ciudades-estado autogestionadas de la Edad Media. Aunque conoce otros casos de autogestión a lo largo de la historia, en estos dos ve que el pueblo no se guiaba por un objetivo final predeterminado. En lugar de ello, se dedicaron a lo que Castoriadis llama una interrogación constante. Esta es la base de la filosofía. Lo que él llamó autonomía social e individual significa precisamente eso: el individuo simultáneamente como ciudadano activo, interfiriendo constantemente en los asuntos públicos, y como filósofo, dudando constantemente de todas las tradiciones y normas, no necesariamente rechazándolas, pero siendo capaz de determinarlas como correctas o incorrectas.
¿Palabras finales?
Un gran problema hoy en día es que cuando la gente oye hablar de reorganizar la sociedad desde abajo hacia arriba, inmediatamente pregunta si esto ha ocurrido en algún otro lugar y cómo ha funcionado. Esto es un error. Ya que podemos imaginarlo, también podemos llevarlo a la práctica. La cuestión es tomar la decisión y luego las acciones necesarias para cambiar la estructura política de la sociedad: un cambio de paradigma completo.
Source: Libertamen