Piratas y hobos: Política radical en los márgenes de la sociedad

por Yavor Tarinski

«Aunque eres un cachorro escurridizo, al igual que todos aquellos que se someten a ser gobernados por las leyes que los hombres ricos han hecho para su propia seguridad; porque los cachorros cobardes no tienen el coraje de defender lo que obtienen por medio de la esclavitud; pero malditos seáis todos: malditos sean ellos por ser una manada de bribones astutos, y vosotros, que les servís, por ser un atajo de tontos de corazón.» Capitán Samuel «Black Sam» Bellamy[1]

«Predicadores de pelo largo salen cada noche, Tratan de decirte lo que está mal y lo que está bien;Pero cuando se les pregunta qué tal algo de comer responden con con dulce voz: Comerás, adiós y adiós, en esa gloriosa tierra sobre el cielo; Trabaja y reza, vive del heno, tendrás un pastel en el cielo cuando mueras.» Joe Hill[2]

Aunque la mayor parte de la historia de la humanidad ha transcurrido bajo condiciones de jerarquía, autoridad y heteronomía, los gérmenes de la autonomía y la política «desde abajo» siempre estuvieron presentes en cada momento histórico, cada vez con una dinámica diferente, según el contexto sociohistórico específico. En las grietas del sistema, donde las instituciones dominantes de autoridad estaban en retirada o habían perdido un nivel significativo de su legitimación social, apareció la posibilidad de que surgiera una política radical, que permitiera una experiencia y una organización diferentes de la vida cotidiana y las relaciones humanas. Es importante señalar que, aunque estas grietas ofrecen un terreno fértil para el pensamiento y la acción radicales, no bastan en absoluto por sí solas para que surjan.

Hoy en día podemos pensar en muchos casos de este tipo: los más famosos son los zapatistas y el movimiento de liberación kurdo. Ambos grupos sociales han experimentado una exclusión explícita de las funciones de bienestar del Estado y se han visto sometidos únicamente a las de explotación y represión. Así, una completa deslegitimación del sistema dominante sedimentó entre la población local, lo que junto con las tradiciones cooperativas locales, permitió la liberación del imaginario radical.

Dos casos significativos del pasado podrían considerarse en esta línea de pensamiento: los piratas y los hobos. Ambos grupos sociales se vieron excluidos del orden hegemónico de su época, convirtiéndose en superfluos y, por tanto, perseguidos y reprimidos. Sin embargo, esta condición suya proporcionó un terreno fértil para la aparición de una cultura política radicalmente diferente, basada en la democracia directa y la comunalidad.

Piratas

Los siglos XVII y XVIII fueron un periodo de florecimiento de la piratería, que dejó a las generaciones futuras un rico legado de literatura y experiencias. Los piratas eran, en su mayor parte, personas sin medios para sobrevivir «legalmente», esclavos fugitivos, prófugos políticos, desertores navales, etc. Diversas razones proporcionaron un terreno fértil para que el estilo de vida pirata se desarrollara entre estos segmentos «marginales» de la sociedad. Un papel importante desempeñaron las islas del Caribe, donde tuvo lugar la actividad pirata más importante. Esta zona era muy inexplorada en aquella época, ofrecía un vacío de poder, con muchas islas no reclamadas y deshabitadas, lo que dificultaba enormemente la vigilancia por parte de cualquier armada de la época. Por ello, ofrecía innumerables escondrijos, cuevas, calas, caminos desconocidos, etc. a todo aquel que quisiera evitar el control monárquico. Al mismo tiempo, las islas del Caribe estaban situadas en la ruta comercial entre Sudamérica, por un lado, y España y Portugal, por otro, es decir, una ruta por la que se transferían importantes tesoros.

Al margen de la disciplina de los buques mercantes y militares, los piratas, aunque ciertamente no eran santos, se organizaban la mayoría de las veces de forma antiautoritaria. Las tripulaciones piratas decidían las reglas bajo las que navegarían por los mares en asambleas en las que cada miembro tenía que acordarlas y firmarlas[3].

Los artículos de la tripulación de Bartholomew Robert son un buen ejemplo de ello, ya que cada miembro tenía derecho a voto en los asuntos comunes, participaba por igual en las provisiones frescas y los licores en cualquier momento y podía utilizarlos a su antojo, a menos que toda la tripulación votara a favor de la reducción debido a la escasez[4]. Otras tripulaciones también compartían características igualitarias similares, como la de John Gow[5].

Ilustración de la ciudad pirata »Port Royal»

Estas tendencias libertarias entre los piratas no pasaron desapercibidas para las autoridades monárquicas. El gobernador holandés de Mauricio, impresionado por el carácter democrático de una tripulación pirata que conoció, observó que «cada hombre tenía tanta voz como el capitán y cada uno llevaba sus propias armas en la manta»[6].

Su carácter igualitario se reforzaba aún más por las formas de solidaridad que practicaban esas tripulaciones. A menudo, los piratas tenían reglas, basadas en la ayuda mutua, que promulgaban que los compañeros heridos, incapaces de luchar, seguirían recibiendo su parte. Los artículos tanto de la tripulación de Bartholomew Robert[7] como de la de George Lowther[8] dan testimonio de ello, e incluso califican de públicas sus existencias y provisiones.

A menudo, las afirmaciones sobre las tendencias antiautoritarias entre los piratas son recibidas con escepticismo por el hecho de que la mayoría de los relatos y mitos que dan testimonio de ellos hablan de aventuras de valientes capitanes al frente de sus compañeros. Pero no era necesariamente así. Salvo las reglas del barco, sobre las que toda la tripulación tenía que estar de acuerdo, los capitanes también solían ser elegidos y podían ser revocados en cualquier momento si los compañeros decidían que abusaban de la autoridad, anidada en este cargo[9]. El capitán tenía que estar al tanto del estado del barco y del rumbo que llevaba, así como mandar en el fragor de la batalla. Para todo lo demás, toda la tripulación del barco tenía que reunirse y decidir.

La actitud de los piratas hacia la esclavitud difería, pero muchos no participaban en el comercio de esclavos. En los barcos piratas había muchos ex esclavos que buscaban la libertad lejos de las autoridades. De hecho, entre la tripulación pirata la proporción de negros era mucho mayor que entre la mercante o la naval[10].

Algo parecido ocurría con las mujeres. En la época en que floreció la piratería, era difícil para una mujer entrar legalmente en un barco. Hay muchas historias de mujeres que se disfrazaban de hombres para poder entrar y viajar en un barco. Muchas vieron en la piratería una forma de rebelarse contra los roles de género impuestos, aunque las mujeres seguían siendo minoría entre los piratas[11]. Algunas mujeres piratas se hicieron un nombre, como Mary Read y Anne Bonny.

Aunque cada creww pirata surcaba los mares por separado, hubo muchos casos en los que varios de ellos unieron sus fuerzas, como en 1695, cuando los barcos del capitán Avery, Faro, Want, Maze, Tew y Wake se reunieron para realizar una incursión combinada contra la flota anual de peregrinos musulmanes a La Meca[12]. Los piratas se reconocían entre sí y no se atacaban[13]. Las tripulaciones piratas regresaban continuamente a diversos «puertos libres», donde se reunían entre sí y con los mercaderes del mercado negro con los que comerciaban. Esta interconexión entre las distintas células piratas y las pruebas de la existencia de una lengua pirata única son indicios de la aparición de una cultura diferenciada.

Uno de los asentamientos piratas más famosos fue Libertatia, fundado por el capitán Mission y su tripulación en el norte de Madagascar en el siglo XVIII[14]. Los fundadores de Libertatia renunciaron a sus nacionalidades y se llamaron a sí mismos Liberi. Crearon su propio idioma, una colorida mezcla de inglés, francés, portugués, holandés, malgache y otras lenguas africanas. La tierra se poseía en común, mientras que los tesoros adquiridos en el mar se llevaban a un tesoro común y las decisiones se tomaban colectivamente por todos los colonos. Hay controversias sobre si Libertatia era algo más que un mito, pero el mero hecho de que apareciera tal visión indica las tendencias radicalmente democráticas e igualitarias entre los piratas.

El declive de la piratería comenzó a principios del siglo XVIII, cuando se introdujeron nuevas medidas para contrarrestar las numerosas tripulaciones piratas que surcaban los mares. Se concedieron recompensas a cualquiera que luchara contra los piratas. Una nueva ley, aprobada en 1700, permitía la ejecución de los piratas dondequiera que se encontraran, mientras que antes tenían que ser transportados a Londres, donde se les juzgaba[15]. Y para el caso de los juicios se introdujo un nuevo tribunal especial que se ocupaba exclusivamente de la piratería, formado principalmente por oficiales navales[16].

Hobos

En la segunda mitad del siglo XIX, durante la llamada Larga Depresión, surgieron en EE. UU. los llamados hobos, indigentes en paro (que a veces abandonaban voluntariamente sus hogares en busca de trabajo). A diferencia de la colorida amalgama de los piratas, los hobos eran predominantemente blancos y varones, aunque no faltaban excepciones[17]. Lo que caracterizaba su estilo de vida era la forma en que veían la extensa red de ferrocarriles estadounidenses. Para los hobos ésta era un bien común que utilizaban para viajar, sin pagar billete, por todo el país en busca de trabajo.

A diferencia de otros grupos «migratorios» dentro de los EE. UU. de la época (como mexicanos, chinos y europeos), los hobos solían viajar individualmente, pero, al igual que los piratas, mantenían estrechos lazos con otros compañeros de viaje a través de campamentos libres a los que llamaban «junglas»[18]. Debido al estilo de vida nómada de los hobos, la mayoría de estos campamentos tenían un carácter temporal, y los que tenían una existencia continuada cambiaban a menudo de congregación.

Al igual que los barcos piratas y los puertos francos, una característica básica de las «junglas» hobo era su carácter democrático e igualitario[19]. Los habitantes forjaban colectivamente las normas por las que debían regirse para convivir, compartiendo comida, utensilios, mantas, etc. Todos debían acatar las normas y asegurarse que se cumplían con éxito y debían participar en la defensa del campamento en caso de ataque de la policía, de matones mercenarios o de grupos de extrema derecha como los Legionarios Americanos[20].

Una jungla de hobos

Una parte vital de estas democracias era la institución de los comités de la jungla, cuya principal tarea era imponer castigos y ocuparse de los problemas cotidianos del campo[21]. Sus miembros y su presidente eran elegidos por votación entre los habitantes de los campos, y a menudo los castigos que imponían eran considerados demasiado severos por la comunidad, que ofrecía soluciones alternativas.

Durante su existencia e interacción entre ellos, los hobos desarrollaron su propia jerga y sistema de signos[22]. Mientras viajaban individualmente, la mayoría de ellos dejaban signos en las paredes para otros compañeros de viaje sobre si un lugar era seguro para pasar el rato, si habia una amenaza fascista cerca (de la que los hobos a menudo eran víctimas), trabajos disponibles, etc. De este modo, los hobos se correspondian entre ellos y fuera de sus junglas.

Una característica fundamental de los hobos era que veían el ferrocarril como un bien común. Cientos de miles de ellos cruzaban el país cada año y sus «junglas» salpicaban el mapa ferroviario. Sin embargo, muchos hobos tenían ideas profundamente políticas, y la mayoría simpatizaba o estaba afiliado a los Trabajadores Industriales del Mundo[23].

La enorme presencia de los hobos a nivel nacional no pasó desapercibida durante mucho tiempo, ya que su esfuerzo por la comunización les enfrentó a una de las industrias más desarrolladas de la época, que se extendía por 254. 037 millas en 1916[24]. Por otra parte, las junglas de hobos desafiaron las concesiones de tierras y los cercamientos en curso, por lo que la complejidad de varios factores condujo al declive de los hobos.

A principios del siglo XX comenzó una oleada de represiones brutales, con la actitud de «disparar a la vista» adoptada por la seguridad del ferrocarril. Para enfrentarse a su numeroso «enemigo» unieron fuerzas con la policía y la extrema derecha, que veían el estilo de vida de los hobos como degenerado. Así, el número de «intrusos» abatidos a tiros aumentó drásticamente: 2. 553 fueron asesinados en 1919 y 2. 166 en 1920[25]. Esta ola de represión se extendió a otros grupos políticos que desafiaban las normas establecidas -entre ellos la IWW que fue objeto de la eliminación física de valiosos cuadros por parte de las autoridades. La década de 1930 fue la última durante la cual los hobos tuvieron una presencia significativa en todo EE. UU. , debido a la Gran Depresión[26].

Paralelamente, se desarrollaba en el continente una nueva era del transporte, la de los automóviles, autobuses y camiones. En un mundo en el que las autopistas iban a sustituir al ferrocarril como principal medio de transporte, había lugar para el escaso autoestop, pero no para un movimiento de masas.

También surgió un estereotipo que presentaba a los hobos como parásitos perezosos y analfabetos de la sociedad despojados de toda decencia, porque ya no estaban sujetos al «hogar» y la «familia»[27]. Esta narrativa contribuyó a «normalizar» la violencia que el Estado ejercía contra ellos. La imagen del hobo como degenerado, autodestructivo y socialmente corrosivo se ha reproducido desde entonces a través del cine, la literatura, la música, etc.

Reformar la vida cotidiana

Aunque los piratas y los hobos se quedaron en la historia, hoy en día se pueden encontrar espacios para la política radical. Y mientras los zapatistas y los kurdos desarrollan sus autonomías en tierras lejanas a nosotros, también se pueden encontrar patrones similares en nuestro propio patio trasero. Con el desarrollo de la crisis multidimensional de la última década hay muchas grietas en el sistema en las que potencialmente se podría cultivar la política radical.

Esto no significa que debamos dedicarnos a la búsqueda de un tema revolucionario que pueda conducirnos hacia un «futuro mejor», sino que podemos encontrar muchos temas de este tipo a nuestro alrededor y que podemos transformar nuestra realidad cotidiana en un laboratorio para la democracia directa y el procomún.

Hay que dejar claro una vez más que la exclusión de las funciones de bienestar del sistema dominante no es condición necesaria para el surgimiento de proyectos democráticos e igualitarios. Por la historia sabemos de sociedades que en tales casos han virado hacia formas fascistas y autoritarias, mientras que otras, inmersas en el consumismo de lujo, han dado lugar a tendencias participativas y ecológicas. La liberación del imaginario, fomentada por el estilo de vida aventurero de piratas y hobos, es una condición previa realmente importante para el florecimiento de proyectos políticos radicales, y lo que deberíamos intentar es hacer que la experiencia de la vida cotidiana sea más interactiva, implicando a cada miembro de la sociedad en la configuración de nuestro futuro común.

Notas:

[1] Capitán Samuel «Black Sam» Bellamy, citado por el capitán Charles Johnson en A General History of the Pyrates (1724).
[2] Joe Hill, famoso hobo y activista de la IWW, en El predicador y el esclavo (1911).
[3] https://mentalfloss. com/article/23673/democracy-high-seas-how-pirates-rocked-vote
[4] Un Código de Conducta Pirata específico fue acordado por Bartholomew Roberts en los Artículos de a Bordo de 1721 https://sites. google. com/site/thepiraterepublic/the-constitution-of-the-pirate-republic
[5] https://www. exclassics. com/newgate/ng182. htm
[6] https://www. eco-action. org/dod/no8/pirate. html
[7] https://beej. us/bartart. html
[8] https://owlcation. com/humanities/Captain-George-Lowthers-Pirate-Code-Articles
[9] John Ward: Barbary Pirate, The History Press 2010, p. 42
[10] https://thepirateempire. blogspot. gr/2016/01/black-pirates. html
[11] https://www. pantherbay. com/bio_womenpirates. php
[12] E. T. Fox: King of the Pirates: The Swashbuckling Life of Henry Every, Tempus Publishing 2008.
[13] Peter Kemp y Christopher Lloyd: Hermanos de la costa: The British and French Buccaneers of the South Sea, St. Martin’s Press 1960.
[14] Rediker, Marcus: Villains of All Nations: Atlantic Pirates in the Golden Age, Beacon Press 2004.
[15] John Raithby: Statutes of the Realm: volume 7: 1695-1701, Great British Record Commision 1820, pp590-94
[16] Max Boot: Pirates, Then and Now en «Foreign Affairs» vol. 88/4 2009, pp94-107
[17] Véase la película Riding the Rails (1997), escrita y dirigida por Lexy Lovell y Michael Uys.
[18] https://xroads. virginia. edu/~ma01/White/hobo/thejungle. html
[19] Todd Depastino: Citizen Hobo, University of Chicago Press 2005, pp81-85
[20] Benedict Giamo: The Homeless of Ironweed, University of Iowa Press 1996, p. 82
[21] George Caffentzis:En cartas de sangre y fuego, PM Press 2013, p. 92
[22] https://www. cyberhobo. com/signs/hobosigns. html
[23] https://www. press. uchicago. edu/Misc/Chicago/143783. html
[24] William Greenleaf American Economic Development Since 1860, University of South Carolina Press 1968, p. 79
[25] Nels Anderson: The Hobo: The Sociology of the Homeless Man, University of Chicago Press 1923, pp 161-62
[26] William A. Darity, Jr: International Encyclopedia of the Social Sciences, 2ª edición, Macmillan Reference 2008, p. 494
[27] Charles Elmer Fox: Tales of an American Hobo, University of Iowa Press 1989, p. xvii

Source: federacionanarquista

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